| | La humanidad constituye un tapiz irregular de relaciones formado por seis mil 800 millones de individuos que coevolucionan en un ecosistema de recursos limitados. La complejidad de la experiencia contemporánea, la diversidad de sensibilidades y miradas que articulan este tapiz, así como el vertiginoso proceso de transformación en el que estamos inmersos a escala global, han generado una infinidad de tensiones e incertidumbres. "Su comprensión exige superar los esquemas técnicos lineales y monosectoriales y situarnos en una hermeneútica totalmente distinta si queremos acercarnos a esta nueva realidad." (José Vidal Beneyto). En una primera aproximación, si nos situamos en una perspectiva geológica y evolutiva –teniendo en cuenta que la vida en la Tierra aparece hace unos 4.000 millones de años y el Homo Sapiens hace tan sólo unos 340.000 años–, podríamos decir que somos unos recién llegados a la biosfera, un work in progress que no ha hecho más que comenzar. Nos encontramos en una madrugada evolutiva, creyendo habitar una realidad que no es sino la representación de un diálogo que refleja nuestro propio proceso de pensamiento y condiciona nuestra mirada. Se trata de un proceso relacional que fluye entre lo individual y lo colectivo, entre nuestra realidad interna y la realidad exterior, cuyo encuentro tiene como consecuencia la percepción. Un flujo del cual ha emergido la diversidad de culturas que constituye la memoria filogenética, la memoria de la especie humana. Siguiendo el rastro del diálogo, podemos llegar a los iniciales intercambios de información realizados por los primeros microorganismos que habitaron el planeta. Gracias a aquellas primitivas interacciones bacterianas podemos hoy disfrutar de la atmósfera que nos envuelve. No en vano, "las tecnologías como la ingeniería genética y la globalización de las comunicaciones, que consideramos logros adelantados de nuestra civilización moderna, han sido utilizadas por la red planetaria de bacterias durante miles de millones de años para regular el planeta." (Fritjof Capra). Sin embargo, en la actualidad, el flujo de comunicación que articula las relaciones humanas muestra graves interferencias, así como una creciente fractura y pérdida de sintonía con el medio ambiente del cual formamos parte. Y es que, según el físico David Bohm, "la auténtica crisis no consiste en los hechos a los que nos enfrentamos, sino en el pensamiento que los ha generado. (...) Una de las dificultades del pensamiento es la tendencia a la fragmentación. Todas las fronteras y divisiones que hacemos se originan en el pensamiento." La cuestión es que otorgamos a nuestras construcciones mentales la categoría de lo real, ignorando a menudo su carácter fragmentario y fundamentando sobre ellas la mayor parte de nuestras opiniones, creencias y comportamientos. Con ello, la fragmentación se ha diseminado como una onda expansiva que impregna la condición humana contemporánea; desde la propia conciencia individual hasta las corrientes y estructuras del pensamiento colectivo. No obstante, los acontecimientos desbordan y resquebrajan nuestra realidad pensada, poniendo en evidencia la envergadura de nuestra enajenación. Lo que hoy emerge es "una descripción mediatriz situada entre dos representaciones alienantes: la de un mundo determinista y la de un mundo arbitrario sometido al puro azar. (...) En este proceso de construcción de una vía estrecha entre leyes ciegas y acontecimientos arbitrarios, distinguimos nuevos horizontes, nuevas preguntas y nuevos riesgos." (Ilya Prigogine). Un contrapunto a esta mirada fragmentaria lo ofrecen la teoría de sistemas, la dinámica de fluidos y las emergentes ciencias de la complejidad. En su conjunto, proponen una nueva visión dialógica, multidimensional e interdependiente de procesos interconectados. "Bajo el amplio paraguas de la complejidad, nos encontramos con un mundo fascinante de conceptos, términos e instrumentos que bullen entrelazados, abriendo nuevas perspectivas en casi todos los campos del conocimiento. Dinámica, no-linealidad, irregularidad, orden y caos, son algunos de ellos, comportándose como partes de un todo indivisible." (Andrés Fernández Díaz). Esta visión renovada sugiere una relectura de la historia a través de un sinfín de oscilaciones y bifurcaciones. Tal y como apunta Antonio Escohotado, "el protocálculo de Demócrito y Arquímedes no contempla trayectorias esquemáticas sino turbulentas, mientras su versión moderna –inaugurada por Newton y Leibniz– hará lo opuesto, presentando los fenómenos como líneas simples, regulares, periódicas." Donde el renacimiento científico quiso formalizar una mecánica de sólidos, el epicureísmo daba por supuesta una dinámica de fluidos; donde Occidente descubre dualidades en un tiempo lineal, la filosofía oriental plantea polaridades, o estados extremos de una misma cosa, en un tiempo cíclico. Este recorrido oscilante de miradas y pensamientos esboza una cartografía no lineal y resonante que, salvando las diferencias, conecta el todo fluye de Heráclito y los torbellinos de Leonardo con el libro de las mutaciones I Ching; las ideas de las correspondencias de Baudelaire con la lógica borrosa de Lofti Zadeh o el todo es flujo de David Bohm. Memorias y conocimientos que rebrotan para entrelazarse con un presente común, al mismo tiempo perpetuo y cambiante, simultáneo y ambiguo. Una ambigüedad que, según la describe el físico Giuseppe Caglioti, es " un aspecto intrínseco y entrelazado del propio proceso de la percepción. Cada acto de percepción culmina en una inestabilidad dinámica de la imagen interiorizada, donde coinciden una incoherente cantidad de estímulos sensoriales con el pensamiento visual coherente. Si la percepción es un ingrediente básico de la vida, deberíamos mirar a esta ambigüedad no tanto como un fastidioso aspecto de la catástrofe perceptiva, sino como un trayecto orientado hacia las emociones, y por ello cabe considerarla como un valor cultural permanente." Durante los últimos siglos la ciencia occidental ha sido muy reacia a la turbulencia y a la impredecibilidad de los flujos, " puesto que no hay modo de someter esas realidades a una medida precisa, y de encerrar su comportamiento en una ecuación determinista" (A. Escohotado). No obstante, " cuando la ingeniería dispone de técnicas eficientes para calcular la corriente, con tal que no se encrespe –una suma de conocimientos que se remonta al siglo XIX, cuando la comprensión de los movimientos de los líquidos y gases se sitúa en la vanguardia de la física–, enormes cantidades de dinero se invierten en el diseño de aviones, turbomotores, hélices, cascos de submarinos y otras formas que se mueven a través de fluidos. Los investigadores se preocupan de la circulación en los vasos sanguíneos y válvulas cardíacas; por la evolución de las explosiones; por los vórtices y torbellinos, llamas y ondas de impacto." Es más, " la bomba atómica, en teoría un problema de física nuclear, había sido resuelto en su mayor parte antes de que se iniciara el proyecto, y lo que atosigó a los científicos reunidos en Los Alamos fue una cuestión de dinámica de los fluidos." (James Gleick). Por otra parte, tal y como apunta Fritjof Capra, en los años treinta del siglo XX, los biólogos organicistas, los psicólogos de la Gestalt y los ecólogos formulan los criterios clave del pensamiento sistémico, cuyas propiedades esenciales son propiedades del conjunto que ninguna de las partes tiene por sí sola; emergen de las relaciones organizadoras entre ellas. La parte es meramente un patrón dentro de una inseparable red de relaciones. Por tanto, el pensamiento sistémico es un pensamiento contextual. El universo material es visto como una red dinámica de acontecimientos interrelacionados. En este desarrollo del pensamiento sistémico, el aspecto procesual fue enfatizado por vez primera por el biólogo austríaco Ludwig von Bertalanffy a finales de los años treinta y explorado posteriormente en la cibernética de los años cuarenta. En la Segunda Guerra Mundial antes de 1950, el denominado análisis sistémico surge de la investigación de operaciones militares. Durante los años cincuenta y sesenta, el pensamiento sistémico tuvo una gran influencia también en la ingeniería y la gestión de empresas para dar soluciones a problemas prácticos de organización y administración de las grandes compañías. No obstante, en el campo de la biología, la teoría de sistemas recoge sus primeros fracasos y limitaciones por falta de técnicas matemáticas para tratar la complejidad de los sistemas vivos. Tan sólo el descubrimiento de la nueva matemática de la complejidad y la emergencia del concepto de la autoorganización logran dar nuevos impulsos a la aplicación de la teoría de sistemas que, junto con el desarrollo de la microelectrónica, tendrá un profundo efecto transformador en las más diversas ramas de las ciencias sociales y naturales. Podemos encontrar ciertas resonancias y coincidencias entre estos conceptos y algunas de las manifestaciones artísticas más innovadoras del siglo pasado. Los descubrimientos científicos de aquellos momentos eran materia de discusión en los círculos artísticos e intelectuales. " La identificación arte/vida es una de las tesis de mayor tradición en todo el siglo XX, vía dadaísmo-futurismo-surrealismo o constructivismo, hasta nuestros días." (Simón Marchán). Las experiencias vitales de la vanguardia estaban profundamente marcadas por la agitación y la incertidumbre, tanto en el ámbito político, como en el económico, social y cultural. El arte de aquellos momentos ofrece un vivo retrato de la rebelión contra los cánones hegemónicos y los valores establecidos. La perspectiva central se quiebra, las miradas se abren a la multiplicidad de procesos simultáneos, aparentemente inconexos, irracionales y aleatorios. Comienza a articularse una nueva estética del desequilibrio y de la complejidad. La reacción contra las ideas mecanicistas y deterministas se visualiza en la irrupción de nuevas formas no-lineales, ambiguas y procesales de la acción y de la representación. Este acercamiento estético, formal y conceptual hacia una concepción de la vida fuera del equilibrio se corresponde con los nuevos conceptos y modelos, antes mencionados, que emergen en las distintas ramas de la ciencia. El propio Marcel Duchamp, una de las figuras más emblemáticas del arte del siglo XX, fue profundamente influenciado por las ideas de Henri Poincaré. Este matemático y físico francés está considerado como uno de los precursores de la teoría de los sistemas dinámicos y de las matemáticas de la complejidad que se desarrollarían varias décadas después. En su momento, Poincaré alude anticipadamente a una especie de impredecibilidad, casi tan acusada como la que el meteorólogo Eduard Lorenz describiría en los años sesenta con el denominado efecto mariposa (James Gleick). La conclusión de Poincaré de que " la ciencia no puede alcanzar las cosas en sí, sino solamente las relaciones entre las cosas" y que "fuera de esas relaciones, no existe una realidad cognoscible" (Janis Mink), podría considerarse una de las claves de comprensión, no sólo de las emergentes investigaciones científicas, sino también de los nuevos conceptos que subyacen en el arte de toda una época. Tanto en la ciencia como en el arte, el caos ha sido considerado, más que una idea o teoría, un método de trabajo, una aproximación al patrón de la vida y fuente de procesos creativos. De hecho, el azar y la aleatoriedad se convierten en elementos constitutivos de la práctica artística, sea en el arte abstracto o en el arte de la acción. Según apunta el pintor Antonio Saura en sus notas acerca del espacio y de los gestos, " en el expresionismo abstracto, bien sea figurativo o no, las formas o los esquemas estructurales previos son destrozados para ser luego nuevamente organizados en un complejo rítmico, obedeciendo a una geometría orgánica, inconsciente, que pretende la unificación de todo el torrente del cuadro (en su flujo y reflujo) en una sola pulsación biológica." (Simón Marchán). Saura explica sus cuadros a partir de una nueva " estructuración matemático-biológica que fluye como un río orgánico continuo", regido por las turbulencias, vórtices y remolinos de las estructuras dinámicas y fluidas de la imagen. La actitud de ruptura, innovación de conceptos y experimentación con nuevos materiales y tecnologías que caracterizan la vanguardia artística de principios del siglo XX, siguen evolucionando durante su segunda parte. No obstante, podemos observar un significativo matiz diferenciador entre ambos períodos. La vanguardia centra su investigación plástica y visual en la redefinición del espacio, tanto físico, como político, social y cultural. " Las aperturas y los límites, las perforaciones y las superficies móviles llevan la periferia al centro y desplazan el centro hacia afuera. Una fluctuación constante hacia los costados y hacia arriba, radiante, multilateral, anuncia que el hombre se ha posesionado –hasta donde se lo permiten su capacidad y sus concepciones humanas– del imponderable, invisible y, sin embargo, omnipresente espacio." (László Moholy-Nagy). En cambio, el gran reto del arte de la segunda parte del siglo XX consiste no sólo en abordar las nuevas percepciones del espacio. Antes bien, trata de acercarse a las emergentes apreciaciones del tiempo, entendido como materia prima de la construcción y expresión plástica y visual. El tiempo comienza a ocupar una posición crucial en todo intento de construir un puente entre los campos de la experiencia y las dimensiones físicas del mundo material. La teoría de sistemas, la relatividad, la mecánica cuántica y la cibernética, subyacen en el tránsito del arte del objeto al arte del proceso. Por otra parte, una nueva relación entre mensajero (cuerpo/materia) y mensaje (signo/información) caracteriza la emergente cultura audiovisual del arte electrónico a partir de los años 60. "Cuando se crea una película, se tiñen los productos químicos con la naturaleza que atraviesa la lente. Pero, en la televisión, no existe una relación directa entre la realidad y la imagen, sino únicamente un sistema de codificación. Así que entramos en el tiempo", explica Nam June Paik (Edith Decker) con relación a la imagen electrónica. De hecho, la cámara de vídeo codifica la imagen grabada en valores abstractos que se vuelven a descodificar en el momento de su proyección. Durante este proceso de abstracción, la imagen videográfica se independiza del input original y se convierte en una imagen estructurada en el tiempo. " Mientras la luz es la base de la vida material, el tiempo es la sustancia inmaterial indispensable, dentro de la cual fluye toda la existencia. (...) Pero el elemento tiempo es también una materia que podemos cargar, modular y programar en su fluir", apunta el matemático y pionero de la creación infográfica, Michael Noll, en 1967 (Simón Marchán). Esta modulación del tiempo, entendida como programación, se convierte en la base estructural de las nuevas manifestaciones artísticas de las últimas décadas. El interés del artista ya no se centra tan sólo en la construcción de formas, volúmenes y objetos sino en los procesos intrínsecos a su creación, en las arquitecturas de lo viviente y en los códigos de formación y crecimiento de los sistemas vivos. El referente ya no es la superficie del mundo natural y material, sino la base estructural y funcional de su evolución. Tal es el caso de la obra de Yoichiro Kawaguchi y Karl Sims: dos de los artistas pioneros en la simulación de partículas o la aplicación de algoritmos de evolución artificial y de procesos autoorganizativos a la creación infográfica, en los años 70 y 80. Durante los años 90, estos sistemas generativos de la imagen se convierten en estructuras abiertas a la interacción entre la obra y el espectador/usuario de la misma. Con ello, tal y como afirma el artista Golan Lewin, el arte se está convirtiendo cada vez más en un sistema generador de procesos evolutivos. La obra se concibe a partir de la creación de software y sistemas operativos específicamente desarrollados por el autor. Las imágenes surgen y evolucionan a través de la participación e interacción del usuario con el sistema. Tal es el caso de la instalación de Realidad Virtual de Agueda Simó. Ésta se inspira en conceptos matemáticos como los atractores (estados estables en sistemas dinámicos) y la geometría fractal, a partir de los cuales va generando micromundos orgánicos e inmersivos que se transforman y evolucionan visual y sonoramente con la intervención del usuario. Hans Diebner y Sven Sahle proponen la simulación de una red neuronal que permite experimentar la alteración y transformación de su patrón global, a través de los estímulos externos generados por la presencia del público. Por otra parte, el colectivo Transnational Temps propone innovadores mapas de navegación transversal e hipertextual por un mundo de ideas, conceptos y datos, cuyas relaciones se revelan en una constelación de variables interconectadas; sistemas abiertos y evolutivos planteados también por la obra del colectivo Uru. El objetivo de este tipo de propuestas no es sólo el de generar nuevos procesos estéticos y formales, sino también plantear un análisis crítico de la construcción de realidad. Y es que, tal y como apunta Peter Weibel, " el objetivo de la construcción social del arte es la participación en la construcción social de realidad." La referencia de lo real está profundamente influenciada por el flujo mediático. La pantalla se ha hecho mundo, invade los espacios públicos y privados, arrastrando en su corriente las riquezas y las miserias de un mundo interconectado. En las instalaciones de Rafael Lozano-Hemmer, Christa Sommerer, Laurent Mignonneau y Roberto López Gulliver, Donatella Landi o Sachiko Kodama y Minako Takeno se visualiza como este flujo mediático y comunicacional incide en nuestra percepción y nos conecta con este espacio efímero e inmaterial del no-lugar informacional.
Los flujos se corresponden asimismo con los paisajes interiores del cuerpo humano. Tanto la obra de Dominic Buttimore como la de Daniel Canogar plantean una inmersión vertiginosa hacia el interior de nuestro cuerpo donde, como dice Canogar, "surge un orden del profundo caos que albergamos en nuestro organismo, donde descubrimos que la complejidad del cosmos está en nuestro interior." La correspondencia entre los flujos interiores y el mundo exterior subyace también en la acción de Circo Interior Bruto. Este colectivo aborda la problemática de las contaminaciones y epidemias, de una existencia frágil y borrosa sobre una balsa flotando a la deriva, en un mar de incertidumbres. "Hace días que no oteamos el horizonte en busca de tierra firme. ¿Qué le puede importar un trozo de tierra firme a alguien que ya no distingue entre sus límites y su entorno, alguien que está en un continuo proceso de devenir otro? Nuestro futuro sólo existe en tanto que especulación." No cabe duda que atravesamos momentos de turbulencia e incertidumbre donde las fronteras se disuelven, los asideros se tambalean y nos invade el vértigo del límite, de lo desconocido. Los modelos deterministas y mecanicistas con los que intentamos conducirnos resultan insuficientes para abarcar esta nueva situación contemporánea. Los diferentes campos del conocimiento y las diversas disciplinas han realizado un esfuerzo ingente por construir y proteger las fronteras de su propio bunker. Así, han determinado su territorio excluyendo todo lo que consideran ajeno, distorsionando con ello su propia percepción y afectando a sus protagonistas con el olvido. Es como si una rama amnésica se olvidara del árbol que la sustenta y la conforma. Una situación que constituye un excelente caldo de cultivo para la proliferación de actitudes de confrontación, exclusión y hostilidad. No obstante, la navegación por estos territorios de la incertidumbre constituye un desafío para todos los que deciden participar en un proceso cultural y evolutivo que propicia la transdisciplinariedad. Un término que evoca un estado intermedio, fluido e ingrávido que encuentra un fértil caldo de cultivo en el ciberespacio. Tratar este estado como una etiqueta más, sería como aniquilar su potencial. Sólo desde su ingravidez puede ejercer esa función trans, catalizadora y dinamizadora de las sustancias informacionales que gravitan en los límites de los campos disciplinarios convencionales; en esas zonas alejadas del equilibrio donde, como señala Ilya Prigogine, suceden las cosas. Por ello, la transdisciplinariedad no es una categoría. Contiene un significado dinámico que las atraviesa. Implica una nueva actitud. Refleja un estado emergente y complejo que se resiste a ser explicado tan sólo a partir de la suma de las partes. Sugiere una perspectiva abierta y polifónica, dinámica y evolutiva. Un estar entre las cosas que "no designa una relación localizable que va de la una a la otra y recíprocamente, sino una dirección perpendicular, un movimiento transversal que arrastra a la una y a la otra, arroyo sin principio ni fin que socava las dos orillas y adquiere velocidad en el medio" (Deleuze y Guattari). En este nuevo contexto, la denominada globalización actúa como un amplificador de tensiones y los medios de comunicación adquieren un enorme protagonismo. El encuentro de los nuevos medios globales con las fuerzas generadas por la acción de miles de organizaciones de todo el mundo, escapa a los marcos de referencia convencionales. Una situación imprevisible que alberga un espacio para la creatividad social. De hecho, la sociedad civil global reacciona como un organismo múltiple y heterogéneo. Dinamiza la sinergia entre individuos y colectivos que entienden la crisis como una oportunidad de crear un nuevo espacio de convivencia y prosperidad "distinta" y sostenible; un cambio de actitud que produce nuevas formas de disidencia activa y participativa, frente a una invasión mercantilista que tiende a cosificar y transformar en mercancía todo lo que toca –sean seres, ideas, sentimientos o emociones. Se resiste a aceptar el papel de mera consumidora/espectadora pasiva de un modelo de realidad unidimensional, totalizador e insolidario que tiende a ocupar todo el espacio. De hecho, desde mediados de los 90, la nueva cultura de la red se ha ido articulando a través de múltiples iniciativas y proyectos. En el primer Encuentro Europeo del Medialab Madrid, dirigido por Technologies To The People, algunos de los protagonistas más señalados de Amsterdam, Barcelona, Berlín, Bruselas y Londres exponen sus experiencias y conocimientos relacionados con los diversos procesos autoorganizativos de esta nueva cultura de la red. En este contexto, tanto Inke Arns como Eric Kluitenberg coinciden en la organicidad e implícita fragilidad del sistema de la red. Y es que, al igual que en la microbiología, puede observarse que estos sistemas autoorganizativos siguen las pautas de un proceso evolutivo, que suele adquirir una masa crítica a partir de la cual se diseminan y reestructuran en nuevas configuraciones. De hecho, "recientes investigaciones apuntan a que las redes de moléculas de una célula, de especies en un ecosistema y de personas en un grupo social pueden estar tejidas con el mismo telar matemático que Internet y la World Wide Web." (George Johnson). A este respeto, cabe señalar la referencia de Lynn Margulis a que "la formación de nuevas entidades compuestas a través de la simbiosis de organismos anteriormente independientes ha sido la fuerza evolutiva más poderosa e importante (...). La vida no conquistó el globo con combates sino con alianzas." Pero todo ello, sin lugar a dudas, requiere audacia e imaginación,"no como fuente de engaño e ilusión, sino como una capacidad de percibir lo que uno no conoce, de intuir lo que no se puede comprender, de ser más de lo que puedes saber" (William Irwin Thompson). Es bien sabido que en los momentos de crisis aguda, en las situaciones límite, se desencadenan mecanismos que traspasan el ámbito de lo racional. Se abren fisuras por donde fluye una pulsión atávica, vital y creativa que, canalizada por la intuición, es capaz de guiarse a través de la niebla espesa de la incertidumbre. Las instituciones y agentes culturales, museos y espacios expositivos de arte y cultura contemporánea tienen el reto de orientarse y navegar en este nuevo contexto. En su conjunto, presenciamos un emergente escenario exploratorio y tentativo donde se difuminan las definiciones y funciones de comisarios, artistas, agentes culturales, instituciones, público y/o usuario, en la consecución de nuevas propuestas capaces de sintonizar y transmitir la pulsión del presente. De hecho, estos grupos heterogéneos de investigación –artistas, científicos, técnicos y pensadores– colaboran y se comportan como los enzimas –catalizadores de los procesos celulares–, con el fin de metabolizar conceptos e ideas, imágenes y sonidos, emociones y sentimientos, con los cuales esbozar nuevas cartografías. Se trata de propuestas que, en muchos casos, desbordan y amplían el contexto y concepto convencional de arte. El anhelo de comprensión y entendimiento requiere un talante experimental. Éste propicia la interacción de procesos y disciplinas y, en el caso de ser certera, provoca una especie de sincronicidad reveladora. Los nuevos mapas espaciotemporales de los flujos migratorios de personas, animales o de la cantidad de basura no reciclable en determinadas zonas geográficas o las cartografías oscilantes y variables que generan los flujos urbanos, tal y como sugiere la obra interactiva de Ursula Damm, plantean una realidad marcada por paisajes múltiples, superpuestos y complementarios. Una nueva percepción a la que alude también la obra de Eugenia Balcells. Estos nuevos escenarios del arte actual tienden a la horizontalidad, son de carácter ubicuo y plural, abierto y dialógico. Su dinámica desborda cualquier marco previo. Una situación que recuerda a la sopa primordial, en la que las primeras moléculas comenzaron a autorreplicarse y cooperar, comportándose como conjuntos creativos, dando origen a la vida. En aquel océano primigenio, el error era, como hoy, el motor de la evolución. Asumir el error implica el reto de lo experimental: descubrir y desarrollar nuevas destrezas para zambullirse y navegar por las dinámicas fluidas de la incertidumbre. Uno de los mayores retos de la nueva sociedad red. Internet está creciendo, como si fuese un gigantesco cerebro autoevolucionador. Miles de servidores que dan servicio (vaga la redundancia) a cientos de millones de computadores y móviles, videos, imágenes, datos y programas que recorren las redes de comunicación por las líneas teléfonicas, el cable óptico, por satélite o por el aire. Programas que corren en red local, y millones de personas que convierten Internet en el mayor centro de conocimiento y memoria que ha existido en el mundo. ¿Qué nos falta para poder decir que Internet está realmente vivo, y aprenda, y mejore, y se adapte?.... Pues un objetivo, algo que impulse estos miles de nodos, millones de "células" y de conexiones hacia un objetivo. Tú eres parte de ello, felicidades.
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